Este Hilo tenía la extraordinaria cualidad de la adaptación y se extendía dúctil, flexible, ameno y agradable, por todo la Tierra. Era también muy fino y a la vez indestructible.
Su color dorado no se veía, ni brillaba a ojos de nadie.
Este Hilo, sencillamente hilaba todo con discreto sigilo y en la oscuridad reforzaba su efecto, rodeado de un silencioso misterio.
Nadie lo conocía, pero Él tejía y tejía vida y más vida.
Y sucedió que en un amanecer de una Navidad cualquiera, una abuela, madrugadora y muy dispuesta, se acercó curiosa al Belén como cuando niña y sentándose delante sobre un cojín en el suelo, encendió la gruesa vela que lo iluminaba...y al fondo de la gran cueva del Nacimiento vislumbró un tono dorado, que sin cesar se movía.
¡Oh maravillas!... ¡oh curiosidades de su larga vida!
Y en lugar de abrir más los ojos para ver y saber y entender qué sucedía...etc etc etc...los cerró y se quedó quieta allí acurrucada en silencio y se adentró dentro muy dentro...su alma le habló de un Hilo Dorado que siempre la iba tejiendo y tejiendo.
Y se dejó ir en ese sentir de amor, en esa degustación de vida...medio despierta, medio dormida.
Y colorín colorado, este cuento Tejedor se ha terminado...y espero os haya gustado.