La iglesia que yo siento y que agradezco es ésta, la del frailecillo dichoso entre los trigos cercanos al monasterio, cuánta gente buena se ha entregado al mundo. En cambio la imagen que desde Roma estos días nos llega me es totalmente ajena, incluso cuando visité el Vaticano me dejó fría entre tanto mármol, imágenes, riqueza y demás boato.
Este dibujo es una metáfora de la alegría que se siente cuando la simplicidad de la vida lo inunda todo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Conozco el monasterio y a los monjes que hacen unas vajillas pintadas a mano que son un primor. Bueno, o hacían porque me estoy refiriendo a unos cuantos años atrás.
ResponderEliminarMe pasa como a tí, el Vaticano, las grandes catedrales no me gustan nada. Tanto lujo y opulencia me desagrada. Y en cambio, un románico con su sencillez....algunas iglesias con sus pinturas...una delicia para los sentidos
Abrazo grande, Pandora
El dibujo me transmite el ideal de San francisco y sus pequeñas cosas cargadas de belleza, sabiduría y Dios. Lo del Vaticano es pura ceremonia y burocracia religiosa. Así probablemente elijan a alguien que les saque las castañas del fuego o que se las deje en el fuego por falta de memoria, pero desde luego no es de este modo por el que conseguirán hacer más real la doctrina de Jesús y su forma de vivir la vida y entender la nuestra. Fachada marmórea (como dice Hilda), todo pura fachada.
ResponderEliminarSi a todos los que amparan, se benefician o simplemente apartan los ojos de tanta barbaridad, pedofilia, abusos, robos y demás pervesiones, le ataran un trozo del mármol de los muchos que visten el Vaticano, ya se preocuparían de que los edificios fueran de maderita ligera.
Abrazos (y me sumo a tu forma de entender lo que realmente vale).
Andrés