Hoy al llegar a S. Feliu de Guíxols he tirado por el camino del monte para llegar a casa. En menos de diez minutos estaba, pero he preferido quedarme sentada en una roca a escuchar la despedida del día entre pájaros y notar a la vez esa dulce caída de la tarde, sola en el monte: la soledad sonora...que el poeta llamaba.
El ramillo de flores que cogí mietras triscaba ilumina ahora mi casa.
Soy muy afortunada.
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Somos muy afortunadas por poder admirar esas flores que nos brinda la madre naturaleza. Ya lo creo!!!!
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