Miras y ves tu espacio un momento...mientras tu mirada lo saborea.
Una luz especial lo envuelve cuando empieza el día o cuando declina.
En el atardecer, el reflejo del sol a lo lejos entre las casas altas forma un contraste de luces bajo los tejados, mientras la luz natural se despide orquestando un juego ancestral de miradas que te trasportan.
Estás ahí y no estás...te vas diluyendo como lo hace el día.
Al poco enciendes alguna luz dentro de casa y tu espacio aún brilla bajo las zonas que alumbras y entre sus sombras.
Nunca es igual tu monotonía.
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