martes, 23 de febrero de 2016

Un mundo

Anochecía y el mirlo repiqueteaba en el jardín, fuerte y tenaz, sacudiendo el espacio bañado de un silencio detenido y airoso. 
La casa se adentraba dulcemente en la noche, mientras las montañas picudas aún despedían el día en la cumbre. El valle callaba y sólo algún coche aceleraba el motor en la recta frente a la verja. 
Todo se recogía  perdiendo densidad,  diluyéndose mansamente entre lo oscuro e incierto de la cálida noche.
Salió al jardín para cerrar la cancela, apresurando el paso bajo la hilera de  tilos. Aún sentía el rocío sobre los hombros y pensó que había salido con poco abrigo.
 Al regresar sintió que su hogar la acogía esparciendo ese aroma muy lejos y dentro, en el Alma.
La noche era inmensa.