Todo era espacio, todo era el verdor de los árboles, la hierba y las plantas. Me metí al fondo y un camino de plátanos me acompañaba. La lluvia arreciaba, paraguas en ristre la sorteaba. Y en lo hondo, en el centro de una explanada, encontré un tilo, que estaba llenito de tila nueva y mansa.
Sin pensarlo dos veces, cerré paraguas y me cobijé debajo. Pegaba fuerte encima el agua...pero ni una gota me entraba. Piaban los pájaros y de pronto apareció una paloma sola, que lentamente se me acercaba. Qué bien me caen las palomas.
Ella y yo solas y en silencio. Y me vino al alma mi sobrina Paloma, que murió hace años volando en parapente en los Alpes. Hoy es su aniversario, precisamente. Coincidencias, presencias, realidades para quien las ve y las vive.
Ella y yo, Paloma conmigo ahí, bajo el árbol, como tantas veces. Alegre, risueña, llena de vida. Deliciosa y espléndida.
La paloma resolvió subir peldaño a peldaño la escalera de piedra que llevaba a otra altura del parque y desapareció de mi vista dulcemente.
Pero Paloma no, permanece absoluta y eterna...mi sobrina del alma.