Entre los poemas de mi madre siempre viene a mi mente éste:"¡Quién fuera brisa y de un soplo
el Universo cruzar,
llenar mis manos de estrellas,
con los luceros jugar
y a la luna darle un beso
en su cara de cristal!.
Es al sol a quien espero,
quiero ver su inmensidad,
porque el calor de sus rayos
a todo el mundo le da."
Es un poema planetario, en el que el ser humano es una brizna más entre el cielo y la tierra, un soplo en medio de la inmensidad del Universo todo, su paso por la Tierra es efímero, pero a la vez gozoso.
Lo esencial para mi madre fue amar la vida, entregarse, pero para ello es esencial ser humilde y ocupar tu lugar con gracia y salero, animosa y discretamente, para poder dejar un buen sabor de boca al irte, cuando te llame la muerte.
Eso hizo mi hermana Marité y así de suave y amable nos llega la dureza de su partida definitiva.
El aroma de amor permanece siempre.