Nunca supe dar razón de este desapego inexplicable... hasta que hoy, hace un momento, me levantaba del sofá para ir a la cocina y de repente -sin saber por qué- me he girado hacia el ventanal que ilumina toda la sala...y ahí estaba como si nada...de golpe, espléndida, toda la luz mediterránea.
Y he sabido al fin que aquí sigue la misma luminosidad de esa cal de edificios, sus tejas amarronadas, aquellos pinos verdes, rebolondos, infinitos, su viento, su aire...y aquel cielo azul...sus nubes blancas entrelazadas. Otra intensidad quizá, otro lugar, pero los mismos elementos que allí me enamoraban.