sábado, 27 de mayo de 2017

Historias de la pata coja-2

Hoy 27 de mayo me he bañado de cabeza en el mar por prinera vez este año. Ha sido en la enorme playa de mi  infancia, Castelldefels.

La noticia es enorme para Isabel, porque por primera vez también tras la caída me he sentido libre, libre como yo sé. Soñadora y alegre.

Pisar la arena en un día de sol bañado de un viento tan agradable...y poder zambullirme sin contemplaciones para notar el agua de niña, sus olas pequeñas, redondas, tan entrañables y ese azul de cielo en el horizonte. Nadar sin rumbo.
Que alguien lo explique.
Es inexplicable.
Caminar al fin, la arena sin más. Bordear la orilla y estar.
Luego la tumbona, el pelo revuelto, el cuerpo disteso y a gusto.
Un reencuentro.
De nuevo el sol.

Y para festejarlo, su chiringuito. Miraba a la gente, algunos tan diferentes, pero todos buscando ese rato de luz, de ilusión, amoroso.
Oía la musica llevando el ritmo dentro. Mi caña a buen  tono y el mar en el fondo.

Qué dicha sencilla cuando tienes todo!

jueves, 18 de mayo de 2017

HISTORIAS de la PATA COJA

Pues sí señor, vengo yo pensando al bajar con mi muleta del bus -lo tomo por primera vez en  mes y medio- que semejante al submundo diminuto de las hormigas es éste de los cojos, al que ahora orgullosa pertenezco.

Mundo oculto cual hormiga el de los cojos para muchos, que corren ajetreados. No nos ven y si lo hacen pasan de acera para dejarte sitio o se inventan la pirueta para esquivarte y acelerar a ser posible el paso. No te miran en realidad, sencillamente van a otra velocidad.
Mundo semejante al de las hormigas, pequeñas y pegadas a la tierra como  palos de bastón o de muleta.
Mundo resistente el nuestro del cojo, tenaz y aventurero. Porque es una aventura caminar despacio en medio del asfalto y a contrapelo. A según qué hora los tumultuosos estudiantes , los niños chicos...los perros, se te pueden liar graciosamente en tu tobillo o en un semáforo ser simplemente  arrasada por una pequeña avalancha de gente que a  zancadas -muchas en tremendos tacones de vértigo- te dejan atrás en un segundo mientras tú remas y remas en busca de la otra orilla aferrada a tus muletas.
Indispensable  mirar antes de echarte a andar. Fijar la vista en los pies y con una  mirada olística ocupar con tacto y  prudencia el espacio que te rodea. Hacerte el hueco siendo uno más.  Calcular el paso es ganarlo.

Hormigas los cojos por la cantidad también. En siete días de ir caminando a la recuperación de mi barrio me habré cruzado con más cojos que pudiera nunca haberme imaginado. Cojos de dos muletas o de una sola, de bastón con edad o con silla de rueda manual o eléctrica. Cojos solitos la mayoría, algunos  de lujo bien acompañados.
Muletas de color rojo, azules o las de toda la vida como la mía. Cojos de todas las edades y condiciones. La mayoría serios, reconcentrados y preocupados siguiendo el paso.

Y ¿qué podía hacer yo para sobrellevarlo? Pues hablarlo. Es lo mío, entablar un diálogo. Comunicarnos.
Y cojo al cojo y lo abordo despacio, le pongo el dulce de la atención, del existir su dolor y su hartura. Ahí, en plena calle, sin más. Y hablamos.
¿Cómo va?  No ha habido uno que se me resista. Me cuentan su historia...algunas tremendas. Aprendo de centrifugados de sangre para  huesos de dolor imposible, de sillas de ruedas eléctricas que parecen un Mercedes o un todoterreno,  de muletas plegables, de cojeras que vienen incluso de cervicales. De llantos callados.
Pero sobre todo me siento dichosa de darles un ánimo, de no vernos solos por ahí  pululando.
¡La comunidad de hormigas sigue funcionando!