martes, 21 de noviembre de 2017

OFICIOS DE ANTES

Ayer noche me dijo Félix en la cocina que el cuchillo japonés necesitaba afilarse, que lo bajaría al bar. Este hombre se fija en cosas en las  que yo -reciente ama de casa a tiempo completo- no caigo ni en broma.

Hoy, estando en la terraza al sol he oído abajo -es un pasaje- la melodía afinada del afilador de siempre, aquél que con su carrillo, ahora ya una motoreta cascada, se paseaba por las  calles de mi infancia silbando...¡el afilador! decía,  y ¡cómo me gustaba sobretodo oirlo! 
Me ha faltado tiempo para bajar con el cuchillo envuelto en papel de periódico (dónde se mete hoy algo tan único) y ahí estaba el hombre, ya mayor, refugiado bajo un árbol pimentero enorme con su gorrilla intentando que el aparato se pusiera en marcha.Y nada.
Me desplacé algo más abajo, buscando el sol de nuevo, y esperé el cambio de bujías, lento y sinuoso. Nada tampoco.

Me acerco al fin al afilador para pegar la hebra y darle apoyo psicológico:
-Qué, tiene su tiempo el aparato, ¿no?
-¡Qué va! soy yo más viejo que él.
El portero de al lado -un mirón de solemnidad- sonríe conmigo. Callamos.
Y el otro dale que dale al cambio de bujías. Las limpia, saca la llave inglesa...toquetea alguna tuerca. Se esfuerza con pocas ganas...y no me extraña, pues está claro que el trasto no reacciona.
Al poco, decidimos que mañana vuelve ya con el motor compuesto.  Se despide sin mayores aspavientos y se va calle abajo triscando, a lo lejos dobla la esquina y lo pierdo.

Todo esto me conmueve. De pronto veo a otro operario que chupa cuesta con una maletilla de herramientas,  es mayor también. Miro a lo lejos al hombre que cuida el garaje con casi treinta años de servicio a cuestas. Oigo albañiles picando taladro arriba en los pisos, incómodos, ruidosos, desagradables bichos estos y me pregunto por tanta gente anónima y sencilla, que se gana bien o peor la vida en oficios  con tan poco valor social. Mujeres de la limpieza, cuidadores de ancianos...gentes discretas,  amables, desubicadas, muchos venidos de fuera, familias lejos al cargo etc etc.

 Desde mi terraza chica, el día se aquieta. Mi calle sigue a su ritmo la vida.
Mañana será otro día, como mi madre decía.



jueves, 16 de noviembre de 2017

Córdoba, la ciudad a mano

¡Ah, las ciudades chicas con sus jardines y paseos amplios tan cercanos! En ellas el tránsito de coches no diluye su encanto, sino que se hace sonido de agua, como río que se deja llevar ensimismado.







Córdoba sultana despierta en cada amanecer de piedra antigua alrededor de su Mezquita. Pasos adoquinados la rodean mientras el sol aún tibio de luz brilla sobre el metal de sus altivas puertas y los arquillos moros en lo alto dibujan en tu mente nuevos espacios. Todo se ensancha en Córdoba, todo aboca al agua mansa del enorme río, Guadalquivir hermano, las callejas mismas del barrio antiguo son como afluentes blancos yendo a abrazarlo.

Ciudades a mano del corazón humano, en las que la distancia no es un obstáculo, sino un paseo ameno bajo los árboles, entre los patios, sentada en algún banco mirando, perdida en su silencio o inundada del ajetreo diario, sintiendo el aire limpio de un cielo nítido capotando tu alma como manto de Virgen de sonrisa romana.

Córdoba, capital del Al.andalus que reinó en la península durante siglos y dejó su huella indescifrable en esta ciudad de una elegancia entrañable.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

DENTRO. En los jardines del Alcázar. Córdoba




Estoy sentada aquí  entre esta belleza,  mientras siento lo efímero  de este momento y esta dicha dentro se transforma en un sordo sufrimiento.
¡Es inabarcable este momento!

La dicha vive y pasa, pero tú la deseas y quieres retenerla en una foto, un escrito, un dibujo...
Y es entonces, en esta necesidad de alargar la dicha, cuando sabes que la belleza por ser bella vuela, se escapa, es libre...y que es justo por eso que enamora.
Ella te adentra en el VACÍO natural de la existencia y en ese instante huidizo, salva.

Belleza da la libertad del aire que ahora aquí respiro.