martes, 25 de diciembre de 2018

Amor

Como cada día madrugo,  salgo al balcón para mirar  Venus al amanecer y notar ese frío intenso que me espabila.

Hoy es Navidad en el mundo y las luces del árbol  de enfrente están bien  acompañadas; unos padres lo festejan con sus dos hijos muy chicos,  mientras  sentados les  hablan.
Todo calla.
Y me imagino el corazón de esos peques entregado a recibir ese afecto tan gustoso de la infancia y me imagino a los padres disfrutando de enseñarles esa apertura del alma.

Navidad es una tregua.
Volvemos a ser aquellos ilusionados de antes y ahondamos en los secretos olvidados de la infancia.
Navidad es esta fragilidad que siento, al alba, la casa en calma.
Y os escribo, pequeños niños y niñas...¡tan grandes siempre por fuera y  por dentro diminutos!

viernes, 14 de diciembre de 2018

Lo efímero y diminuto

En invierno el hogar parece concentrarse alrededor de lo efímero del tiempo al acercarse un Año Nuevo.
Las cosas y los hechos que ya fueron se alejan suavemente de nosotros, dejando atrás el ruido y la matraca que nos dieron.
El hogar se aquieta y emerge con dulzura el valor de lo pequeño y diminuto, simbolizado en un Belén con sus luces alegres de colores y esos seres de antaño caminando entre ovejas, cerdos, gallinas, que pululan libres en medio del campo. Montañas, el río. ..las casas, cobijando en la noche a una familia que improvisó  su hogar lo mejor que puedo ...igual que nosotros creamos el nuestro en su momento.
El Belén de lo chico y pasajero,  que nos empuja tiernamente  como a niños sin saberlo...¿hacia dónde? Hacia lo mejor de uno mismo.
Y es que es ahí, donde algo tan nimio te ayuda a sentirte en paz contigo y con el mundo.
Y si lo vas a pensar... un Belén guarda la esencia de lo mejor que siempre en el fondo, los humanos fuimos.

jueves, 11 de octubre de 2018

UN LARGO VIAJE

Ayer tarde hice otro de mis recorridos por el barrio dejándome llevar desde la plaza Bonanova por las calles solitarias llenas de espacio y aire, sin apenas coches, entre chalets ajardinados y casas antiguas señoriales cobijadas bajo sus árboles, divisando aún más cerca la mole verde de Collserola rodeándome. Abajo, Barcelona, de un azulado líquido y difuso,  evanescente línea de mar, se estiraba diminuta al borde del agua. 

Me dejaba llevar sin intención alguna salvo caminar en paz conmigo misma y dar un final dichoso y complacido al día. Muchas calles me eran conocidas, había estado sentada en algunos bancos de algunas plazas y sabía bien qué casas y jardines eran mis preferidos. Pero nada se repite igual si la mirada lo ve desde un espacio abierto y confiado desde el alma misma que camina. Poco a poco la mente se acomoda a no pensar, desaparece el juicio, y observas cómo el espacio se transforma en un recorrido personal trazado en el momento. Entonces todo deviene dulcemente nuevo, esa calle de casas bajas y humildes, viejas de tiempo, tomada desde arriba es un encanto con otra perspectiva, al fondo el mar, mientras  descubres placas, nombres, azulejos tocados por el tiempo, árboles que antes no habías visto, un rincón nuevo, desconocido, un giro en un recodo, y sobre todo una mirada nueva, única en ese "ahora" del instante mismo. 

Acaba el día y me siento en las pocas escaleras de un sencillo monasterio, las monjas del Carmelo cantan dentro, pero lejos; atenuado suena un órgano. Silencio. Un vientecillo tímido mueve algunas hojas colganderas de un álamo temblón y el sol inicia a mi espalda su caída amarillenta entre nubes de tormenta. Estás sola dentro de tu LARGO VIAJE y te sientes bien en él.
Tu soledad te ha llevado de nuevo  a disfrutar y lo agradeces.


jueves, 12 de julio de 2018

El patio y su sueño

Salgo al patio y me estiro en la tumbona. Miro al cielo con sus dos tonos de azul rasgados por una nube densa, algodonosa. Miro el árbol tras la tapia blanca agitar su espesa melena de sombra. Oigo el piar de algunos pájaros y el sonido del verano no muy lejos, las chicharras quejumbrosas. Miro la tapia de chamizo, las macetas de colores, la ropa tendida y oigo la tele en sordina de un vecino que siestea.
Esto es vida, me repito. Este sencillo paraíso que describo...y este viento suave que llega del mar sorteando las dulces colinas y los firmes macizos de llentiscos, los huertos y sus casas escondidas por detras de ancestrales muros de piedras; tan ágiles, tan largos y discretos muros que ha trazado esta isla.
Esto es vida y querría que durara siempre, eternamente, este momento único, blanco y azul, idealizado. Bello.
Pero nada se detiene. Todo gira y gira. ..como gira en la mente el pensamiento y junto a él ese espacio tan íntimo que hemos llamado... sueños.

miércoles, 20 de junio de 2018

Entra el verano en L' Empordà.

Escribo con el sol rasgando  mi raspa de columna. Hace calor de verano hoy. Acabo de salir de la piscina, azul intenso, fresca el agua, pequeña y acogedora, íntima.

Casi mediodía.
Silencio de pájaros y alguna paloma. Grazna arriba una gaviota.

Pensábamos coger el coche y salir a dar una vuelta. Ver y ver y ver...cabalgar la llanura ampurdanesa. Pero no, nos quedamos aquí sin saber cómo. 

El baño inesperado y tan cerca...te aquieta. La mente vuelve a casa, no piensa. Mira, observa...una mariposa blanca que se enreda a otra y juegan.
Nota el alma el sol y ve a lo lejos un hueco azul suave entre los pinos, una chimenea y su casa. Oye las campanas de la iglesia dar las doce, las trae un vientecillo suave, una brisa del mar, y siente el alma esta plenitud tan simple que con poco se contenta.

¡Poco digo! Miro a mi alrededor y aquí está todo cuanto ahora necesito.

miércoles, 30 de mayo de 2018

Salita granaína

Granada en Mercadona

Ayer al llegar a casa de mi primo, que vive fuera, fui al super para abastecerme algo estos días.
Granada y lo primero un Mercadona...qué cosas! pensaba.
No sabía yo aún la acogida que esta ciudad me daba, porque buscando un limpiacristales que no encontraba, le pregunté a una mujer de mi edad y se me puso a buscarlo con una entrega tan natural de vecina  que la miraba yo y no lo creía. Cuánta amabilidad!
"Señora,  no quisiera entretenerla"..."No se preocupe! Encantada" me decía. Y repasaba lo lardo del pasillo y yo a su lado mirando juntas y comentando lo curioso del asunto.
Al fin me llama y me dice: "aquí mismito" Una caja grande delante nuestro. Lo coge y me lo da "mire, azul, qué bonito!" Justo lo mismo que pensé yo al verlo como un milagro. Nos reímos. .. le hubiera dado un abrazo. Para ella todo normal, pero yo, viniendo del mal trago político  y del rigor individualista a lo  europeo de Barcelona...me sentí gratamente emocionada. Contenta.

Granada me recibía y de qué forma tan grata!
Pero no quedó ahí la cosa. Luego de dar las vueltas llenando cesta, se me acercó un buen hombre, quizá de ochenta, con su gorrilla calada blanca y unos ojos chicos de un color azul intenso. Me pone en las manos una bolsa de bizcochos preguntándome qué pone..."dulces y tiernos, señorita? Haga ute el favó"
"Sí,  eso pone, dulces y tiernos"...como usted, señor, yo pienso.
Un ángel en medio del pasillo.
Qué recibimiento!... en medio del super se me regala la calidez del alma, que conocí en mis padres y titos...todos granaínos...un quiebro de gracia lleno de finuras...de esa nobleza natural humana y común a todo bicho viviente.

Un monumento este difícil de ver, pero cuando lo hallas te tumba de gusto.

domingo, 27 de mayo de 2018

Sicilia como sentimiento

Es curioso, conforme pasan los años cada viaje que  hago con Félix conlleva un gozo más profundo y a la vez más simple. Es como si el saboreo durase más tiempo.

Hoy mismo, después de tres semanas del regreso de Sicilia, cuando la pienso a ratos sueltos, en momentos, o si la explico o miro alguna foto, siento un detenimiento, una especie de  impás.
Me parece muy grande el haberla vivido y a la vez no sabría  deciros algo destacable que nos haya sucedido, siendo todo el viaje en el recuerdo algo inaudito.




¿Cómo explicar ahora aquí el  sentimiento de estar entre aquella belleza día tras día juntos  y a la vez comprobar la naturalidad de ese estar? Parece  una contradicción sin serlo.

Sencillamente la llevamos dentro.

jueves, 25 de enero de 2018

EL ASCENSOR

Introdujo la llave y giró sin prisa el pomo del portal, vacío y sin alma. La oscuridad pedía a gritos encender unas cuantas luces mortecinas. Lo atravesó a zancadas para perderlo de vista y pensó que tenía suerte px el ascansor esperaba abajo y llegar a casa sería más rápido. Subía cansada mirando el techo. Nada le hacía presagiar que en un instante cambiaria su vida.

De golpe, un vertiginoso acelerón la lanzó al suelo y se vio propulsada a un viaje de vértigo; en un segundo un ruido atronador la envolvió y fue escupida literalmente sobre la hierba fresca, que alfombraba toda la azotea del edificio. Pasmada abrió los ojos, cerró la boca y vio una multitud que se agolpaba alegre sin reparar en ella. Tumbonas, sofás, sillones y sillas abarrotados aquí y allá dibujaban un espacio entremezclado de casas de Gaudi con los más bellos diseños de jardines de Rubió i Tudurí. Sin saber cómo se encontró caminando entre la gente de terraza en terraza por los diferentes barrios de la ciudad en medio de una música que invitaba a seguir disfrutando de una Barcelona nueva e inusitada desde lo alto. Al cabo de un rato no le resultó extraño ya encontrarse sentada charlando animadamente y sentirse una parte más de aquel tumulto tan variopinto e inesperado.

No muy lejos la luz tenue del atardecer perfilaba la línea mansa del Tibidabo y abajo el mar de la Barceloneta le pareció a dos pasos.

(acuarela de Álvaro Requena)