martes, 23 de febrero de 2016

Un mundo

Anochecía y el mirlo repiqueteaba en el jardín, fuerte y tenaz, sacudiendo el espacio bañado de un silencio detenido y airoso. 
La casa se adentraba dulcemente en la noche, mientras las montañas picudas aún despedían el día en la cumbre. El valle callaba y sólo algún coche aceleraba el motor en la recta frente a la verja. 
Todo se recogía  perdiendo densidad,  diluyéndose mansamente entre lo oscuro e incierto de la cálida noche.
Salió al jardín para cerrar la cancela, apresurando el paso bajo la hilera de  tilos. Aún sentía el rocío sobre los hombros y pensó que había salido con poco abrigo.
 Al regresar sintió que su hogar la acogía esparciendo ese aroma muy lejos y dentro, en el Alma.
La noche era inmensa.

2 comentarios:

  1. Querida Pandorilla:
    Me encantan los tilos y su aroma enbriagador al florecer.
    Me encanta tu descripción. Es casi como la paz octaviana y bucólica de nuestros antepasados poetas.
    La foto encantadora: vale hasta para hacer una acuarela (tú que sabes).
    Abrazos fuertes

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    1. Andrés, siempre atento con los diferentes Blogs que seguro sigues. Gracias nuevamente por tu respuesta:
      He cambiado la foto, porque la inspiración viene precisamente de esta casa, en la estuvimos hace muy poco. El jardín me subyugó al ser tan antiguo y aún romántico.
      Vivir con un jardín es mi asignatura pendiente, pues crecí en uno inmenso...al menos para mí en aquel tiempo donde todo se ve enorme siendo un chiquillo.

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