Es curioso, conforme pasan los años cada viaje que hago con Félix conlleva un gozo más profundo y a la vez más simple. Es como si el saboreo durase más tiempo.
Hoy mismo, después de tres semanas del regreso de Sicilia, cuando la pienso a ratos sueltos, en momentos, o si la explico o miro alguna foto, siento un detenimiento, una especie de impás.
Me parece muy grande el haberla vivido y a la vez no sabría deciros algo destacable que nos haya sucedido, siendo todo el viaje en el recuerdo algo inaudito.
¿Cómo explicar ahora aquí el sentimiento de estar entre aquella belleza día tras día juntos y a la vez comprobar la naturalidad de ese estar? Parece una contradicción sin serlo.
Sencillamente la llevamos dentro.
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Segurament l’entorn del Mare Nostrum ens és tan proper, culturalment i històrica, que ens sentim com a casa. Molt bonica la reflexió.
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