domingo, 7 de marzo de 2010


Al día siguiente de enterrar a mi herman pudimos viajar a Madrid; lo viví como un regalo más de ella, un decirme "disfruta", igual que en vida siempre me dijo.

Allí esparcí la pena entre tanta belleza, Pandora distrajo el pensamiento y se sintió cobijada.


De todo cuanto vimos, la visita al Museo Sorolla fue lo que más nos gustó, porque guarda todavía la gracia del pintor que como nadie supo retratar la luz; su casa, diseñada y decorada, por él, es un remanso de paz con mayúsculas, pues la Belleza se escurre sigilosa por cada rincón y en cada detalle.

Regresé con ganas de volver a coger la paleta...

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