jueves, 9 de julio de 2020

Entrega 7-El vuelo de sant Joan

-Colau! ¡Aquí Tirante el Blanco! ¿Me escucha?
Tirant lo Blanc...si acaso. Sorprendida la alcaldesa rebobinaba su intelecto intentando poner al día su bachillerato. La llamada le extrañaba...aunque tras el lance del vuelo encapotado de la noche todo era posible.   Tragó saliva y se metió de lleno en el oscuro túnel que le tendían:
  -sí, sí. .. le escucho. Diga, diga- no respiraba siquiera.
- Oiga ,señora. No hay tiempo que perder. Mire, le hablo desde la plaza Molina, epicentro de la movida. Dirijo un comando operativo al más alto nivel internacional con sede alternativa en Barcelona y debo comunicarle que su ciudad ha sido elegida como piloto de pruebas de la Capa Voladora ESPEDOSA -la Colau  saltó  de la cama de un brinco- de ahí que me dirija a usted a estas horas intempestivas.
-Pero, pero...a ver, a ver, explíquese!!- y se encerró en el baño, su lugar secreto;  cuanto más liada y emocionante se ponía  la cosa, mejor iba de vientre.
-Seré breve, alcaldesa. La ciudad está colapsada de capas negras volando por el aire en estos momentos. ¿Le suena de algo?
¡Vaya qué si le sonaba! Y así dicho, ni abrió la tapa del water. Ojerosa y como con resaca tras esa noche loca volando y con  sólo cuatro horas de sueño sobre los párpados,  nuestra Ada tiró  de imaginación para no derrumbarse viniéndose abajo tras el colapso circulatorio anunciado. ¡Ella que había planeado un triunfo seguro ...  un futuro glorioso del Consistorio... y ahora esto! Tragó saliva -de ésta se salía- zimbreo cintura, metió estómago y mirándose al espejo espejito del baño... supo una vez más que ella era...la única,  auténtica salvadora de una barcelona hecha un gurruño.
La magia del instante le devolvió su fuerza. Salió al pasillo, se plantó en jarras -quién va a poder conmigo, pensaba- y sacudió esa melena de leona al viento y  supo sin dudarlo que aquel era el momento: ¡estrenaría la tostadora!
¡Ah!... no hay como comer cuando la cosa se pone fea. Y en dos zampadas se hinchó de tostadas en la cocina, mientras buscaba detrás de su estómago una salida honrrosa a tamaño descalabro descapotado.
De pronto y tras un bocado de pepinillos en vinagre que eran sus delicias matinales para chutes magistrales. ..el cerebro se le iluminó y dio de bruces con la dura realidad: 
¡¡¡Esa noche era sant Joan!!! 
Salió al balcón desesperada, ¡todas las capas volaban!.
De golpe - y nunca mejor dicho- una capa negra le abofeteó en la cara.


Pero bueno, ¡la tía le había colgado!. El Tirantes se recomía de rabia en el banco de la plaza, mientras todo el Comando miraba al cielo rezando, claro. 
Capas y capas dibujaban mil formas en el espacio. La circulación abajo se había detenido y empezaba un tenso silencio... algunos coches encendieron los faros, tal era la negrura por momentos. 
Un día de sol espléndido,  nacido como hacía siglos tras la bocana del puerto, sobre las playas...dulcemente manso...se había transformado en un infierno. 
La plaza Moina era un hervidero oscuro, casi tenebroso. 
Rendidos  ante lo inevitable del fracaso sólo se oyó de nuevo un tirantazo; el látigo se avivaba de nuevo  y de entre las sombras un rayo de luz blanca obligó al grupo a encararlo. Tirante el Blanco emergía solemne y transfigurado:
-¡Ahora chicos hay que activar el Protocolo de Emergencia! la delegación italiana tenía esto previsto...en su país las capas se dispararon sin control como con el virus y sabían que aquí pasaría lo mismo.
-¡Mirad, mirad... es que se empujan cogiendo sitio! -la sexy no daba crédito...en el cielo había hasta gritos.  
Allí arriba la juerga era imponente. ¡Qué experiencia tras el confinamiento, volar dejando pasar el tiempo!


La presencia de su madre acudía de nuevo en su auxilio. Luchadora especialista en casos extremos -tras el parto de su Adita lo  primero que preguntó fue por los presos políticos en pleno franquismo-  siempre que se liaba parda recordaba sus consejos como  por ejemplo  aquél de cómo sacar moscas de casa sin tener que matarlas. Situémonos:
Veamos un pelotón de moscas volando en círculo por la sala. Es verano, la siesta. Zumban. Molestan. Te despiertan e irritan. Normal hasta aquí. Pero su madre no se inmutaba, cerraba puertas,  atrancaba ventanas corriendo cortinas...sólo dejaba entrar un potente rayo de luz desde fuera. Y esperaba tranquila;  en un momento todas las moscas salían.
¡Eso era! El cielo era la sala, las capas las moscas. Dejarlos volar hasta que solos se hartaran. No aumentar barullo...no asustar a la ciudadanía...dejarlos hacer y ellos solos bajarían. 
Se sentó tranquila, el balcón abierto, mirando a lo lejos; confiaba en el sentido común que tantas veces demostró el pueblo. Y allí -y sin venir a cuento- una lágrima de emoción acarició su mejilla...la misma del tortazo de hacía un momento. 

Pasaba la tarde y en la plaza la desesperación del grupo aumentaba cortando el aliento. Desde la Sede Central Operativa de ESPEDOSA enviaron un Protocolo larguísimo para activarlo en caso de emergencia -y con ese calor de verano- un  Protocolo aceptado a ciegas por el Comité Central sin experiencia alguna. Era un suicidio.
 De pronto sonó  el móvil y los sacó de dudas en cuestión de segundos:
-Ah! Bien alcaldesa. Sí, bueno. Lo vemos- colgó Tirante casi sonriendo...y miró hacia arriba.
Nadie podía creerlo...los puntos negros, las moscas, iban desapareciendo. Un cielo azul   apareció de nuevo. ¡Protocolo al cuerno!

En menos de una hora toda Barcelona dobló su capa sobre la cama, olvidándola, cogió los cohetes e inundó terrazas, las calles, las plazas.
 Se encendió la mecha, Sant Joan despegaba. 
En plaza Molina se inició una hoguera, ¡tres mil mascarillas mezcladas ardían en ella!

                     (continuará )






1 comentario:

  1. Uf, cuánta peripecia sobre el cielo barcelonés! Magistral esa comparación con las moscas. Y qué personaje lleno de humanidad la Colau. Al final, el seny y las ganas de fiesta triunfan sobre el caos. Y el fuego purificador que todo lo renueva. Aplausos para un nuevo episodio cumplido de este grupo de voladores de tebeo.

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