viernes, 26 de junio de 2020

Entrega 6- Esas capas voladizas

Amanecía el día D y tras el desayuno opíparo en la granja  Petrixol, el grupo suicida dormitaba bajo las enormes  acacias Vico de plaza Molina -únicas en la ciudad y bellísimas - reflexionando cada cual sobre lo vivido en una noche larga sin pegar ojo y metidos en un buen lío.
  Estirados unos, sentados otros, en los largos bancos que delineaban la plaza dejaban oír  algún que otro suspiro...tal vez de alivio. Toda Barcelona despertaba lentamente cubierta de capas negras sobre  las camas.

Ellos, unos vecinos de barrio que sólo buscaban diversión  en el duro confinamiento,  habían mutado en una burda imitación  de agentes secretos o individuos oscuros del hampa...¡vete tú a saber! Seducidos por el ansia de volar, deseosos de salir del tedio, ansiando una pizca de libertad. ..se habían metido en esto y sin venir a cuento.
Así  visto,  ahora  parecía que luchaban contra el sistema  global actual basado en una vida superficial de producción rápida, masiva y abaratada para tenernos a todos tontamente satisfechos enriqueciendo a unos pocos y bien pertrechados  lobbys que dominaban el mundo. 
Resulta que ahora ellos -el grupeto de locos suicidas- eran libertadores del pueblo "oprimido" -rebobinaban películas -como aquellos rematados de los sesenta, pero al estilo capa negra seguramente fabricada en China... y parodiando al Guerrero del Antifaz o al Zorro mismo... ¡y qué más da!
Pensaban... desesperaban. Aturdidos y para salir de semejante atolladero mental, iniciaron vagamente un mini diálogo algo al estilo " besugo" buscando -eso sí -el apoyo de aquel vecino de antes, aquél de saludo cortés e incluso un poco cálido en los segundos de cruce fortuito en el  replano del piso o en el vestíbulo del edificio (algo más tenso siempre en  el largo del ascensor, claro) buscaban al otro para no derrumbarse abatidos al fin tras semejante esfuerzo. 
Y alguno dijo: 
- Somos un comando. Puaf! Pensar que estudié en los jesuitas para acabar en esto -y  se escondió detrás  de su voz.
- ¡Comando y sin remedio!...yo sigo en pijama y así no cojo el metro. ¡No hay forma de salir de esto! - espetó otro con algo más de genio.
-Pues, o sea -era la pija- a mí esta capa me pone que no veas...algo fassions sí que es...¡ay, chicos, a mí me seduce, oye!
Todos la miraron sorprendidos...ese acento les devolvía de golpe la esencia vital del barrio de la zona alta...su casa! Ese acento casual era su espíritu y más de uno al mirarla se arrobó imaginándola una santa -la Gervasia, que daba nombre al barrio- o tal vez soñó que aterrizaba tranquilo en su terraza sobre sus plantas, llegando de nuevo a casa como si tal cosa.
-¿Capa dices, hija? - la presi de la escalera los despertó  de golpe- ya no la llevamos... ¿o es que la veis en el banco? ¡Se acabó el vuelo, muchachos! Nuestra misión se ha acabado.Volvemos a ser vecinos y unos locos rematados.
La espectación fue en aumento. Nadie se esperaba esto. Se cortaba a cuchillo el silencio.
En ésas dijo la sexy a su chorvo bajando la voz:
- De que descubran las capas se montará una de órdago- el amante no chistaba...era mejor no mirarla, porque aún la deseaba y no estaba la cosa clara. 
Poquito a poco los coches, las motos...los  autobuses, iban tomando la plaza...los rodeaban.
- No te creas, si te fijas...esto vuelve a ser como antes. El Plan Capas se ha chingado...se irá poco a poco al carajo- dijo al fin el más osado.
Como impulsado por un resorte  de entre las sombras se irguió, con su altura considerable,  el impoluto de blanco con sus famosos tirantes, tomando de nuevo el mando:
- ¿Quién entró donde Colau? - y se pegó un latigazo  que a poco le rompió el brazo.
- Fuimos nosotros, jefe- grito la sexy del sexto. Su "amigo" se puso pálido mirando al hombre de blanco. ¡Qué recuerdos, ay Dios santo! En el piso de Colau -y aprovechando el resuello de verse bajo cobijo después de tanto y tanto salto-  se dieron el lote ansiado nada más tocar el suelo. Ya nada los detendría y enredados en las sombras se amaron ya de por vida, mientras Colau despertaba...¡tamaño ruido montaban! Aterrados al mirarla -los rulos la desquiciaban- se arrastraron sigilosos temblando bajo la cama.  Arriba quedó la capa que ella tomó por su  bata.
-¿Se hizo la entrega, no?- el tirantes esperaba. 
- ¡Todo bien, mi camarada! - el amante de la sexy de sus sueños regresaba con un sudor en la frente que a todos les chamuscaba.
Se hizo el silencio de nuevo...unos chavales llegaban con trastos viejos y tablas:
-Será un Sant Joan diferente. Mi madre me lo explicaba- gritó el que comandaba.
-¡Ostras, pues sí!.. .Mirad arriba...qué pasa!??
Miles de puntitos negros iban ocupando el cielo, que lento se oscurecía...el grupo tragó saliva; no creían lo que veían. Todos  gritaron a una:
 -¡son las capas, ay su tía!

                        (continuará )



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