Y así empezó todo entre nosotras, hasta hoy que ya con 87 está ingresada en un hospital casi ciega y sorda, diabética desde hace tiempo y sin ganas de nada, aunque guarda su genio de mil diablos...y su ternura.
Fuerte, resolutiva, capaz, preparada, muy inteligente, dispuesta - además de bella- y sobre todo generosa con su gran familia. Así ha sido Toña.
Hermana mayor, mi padre se apoyó en ella, ambos farmacéuticos tuvieron tema de sobras.
Estos días la siento muy cerca, desde que murió mi madre, hace ya doce años, he ido mucho a verla...el virus lo ha espaciado, pero pude abrazarla en varias ocasiones, consolarla y expresarle el afecto de la hermana más chica... y es que esta Toña fue cariñosa conmigo cuando fui niña, ejerció de madrina eficaz y solícita ...no falló una...sólo que ya adolescente las cosas cambiaron y su rechazo creó una larga distancia, que oscureció durante muchos años lo bueno y sano de ser hermanas.
Pero vivir enseña y las dos creo aprendimos. Ahora -y ya hace tiempo- no hay más que bellos recuerdos y mucho agradecimiento...no a nosotras-par de pavas- sino al hacer de la vida, a sus bondades que todo lo aminoran y apaciguan.
Al final queda lo que somos de fondo y de base: puro amor y reconocimiento. El amor salta por encima de ideas y moralismos, supera posiciones antes enconadas, suaviza esquinas y olvida, el amor olvida lo superfluo y te abre suave por dentro.
El amor te afloja haciendo a la vez de ti una roca, porque te ancla en una simple verdad...la de que somos sin saber y somos buenos queriéndonos como podemos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario