Uno se reúne para disfrutar y no para escuchar cómo está el otro, atenderlo.
Vivimos replegados viendo cómo anda el mundo hoy de revuelto y elegimos refugiarnos en un sueño colectivo que consume al día diferentes gozos.
Y es que notamos el peso que llevamos y es más práctico obviarlo, dejarlo pasar, distraerlo que atenderlo, que escucharnos...y cómo antes, compartirlo.
¿Qué amigo-a te cuenta hoy sus penas...se acerca con sus dudas explicando sus miserias? Eso hoy no se lleva. La felicidad es la consigna, ser feliz es lo que acerca, lo que intercambia afectos.
Quedan aquellos amigos-as de tantos años que supieron de ti, aunque hoy vayan de un lado a otro disfrutando, eso sí, quedando poco tiempo, nada casi, para aquel trato de entonces, cuando el tiempo era saberse uno del otro, no lo que haces o harás, los viajes sobre todo, sino el cómo estamos realmente, el qué sentimos...por dónde vamos de verdad.
Tiempos duros para el amor...aquél que busca sentimiento de hermandad y cercanía de Almas.