domingo, 31 de enero de 2010

In memoriam, a los cuatro años de la partida de mi madre Aurelia.


Madre: núcleo de mi vida,

te recuerdo alegre,

¡esa gracia tuya

de vivir la dicha!


Vives en nosotros,

sigues "siempreviva",

eres esa flor

que arrulla mi vida.


Madre deliciosa,

dulce de mis días,

fuíste luz del cielo,

que en todos habitas.


Así yo te siento,

vida de mi vida.


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Te quiero madre

por todo lo que has dado,

por tu salero,

por tu forma pacífica

de dar afecto.

Por tu ser silencioso,

tenue y discreto,

por tu fuerza de madre,

fuerza del trueno,

por tu suave presencia,

siempre en tu centro.


Pequeñilla de cuerpo,

ancha te siento,

grande como los santos

te llevo dentro.



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2 comentarios:

  1. Bello, dulce y sentido.
    Qué bonito ver que la dulzura de la muerte genera algo tan tierno.

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  2. La muerte nunca es dulce, Moh, pero el corazón sí, él sí puede transformar la dureza de la separación del cuerpo sintiendo esas dulzuras que expresa el poema....mucho más allá de la presencia física del que se nos fué. La dulzura del corazón es inagotable y crece con el paso del tiempo.
    Gracias por tu comentario, sé que estás ahí.
    Un beso dulce también para ti.

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