
Hace dieciocho años que salí de mi ciudad, Barcelona, con un nuevo destino de trabajo y desde entonces vivo en un pueblo de la Costa Brava; sencillamente, fue un flechazo. Recuerdo que en muchas ocasiones me interrogaba preguntándome cómo podía trabajar en un lugar tan bello, tranquilo y quieto en invierno, con tanto espacio rodeándome y este horizonte de mar que se perdía a lo lejos; un lujo, que aún hoy agradezco.
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